jueves, 18 de agosto de 2016

Gracias, muchachos


No había retomado el blog desde que los chicos de Rondo Blaugrana me dieran la oportunidad de sumarme a su proyecto, y es ahora cuando decido darle uso escribiendo sobre cualquier cosa, no necesariamente del Barcelona ni de basket. Lo hago así y ahora porque tengo la imperiosa necesidad de escribir unas palabras sobre unos señores que saben que han dado mucho a un país pero que quizá no sepan tan a ciencia cierta que también han dejado huella en muchos más aficionados. Hablo de la Generación Dorada argentina, por supuesto.

Los "querés" matar cuando los "tenés" delante, pero es imposible no sentir admiración. No son muchas las selecciones que han sido capaces de mirar a los ojos a los estadounidenses, retarles y competir sin complejos, y ellos lo lograron. Ayer por unos instantes nos recordaron esta sensación, cuando en un arranque de orgullo y descaro se marcharon 10 arriba contra USA al comienzo del partido. Pero ayer ya no daba, los veteranos ya no soportan tanta carga, los secundarios bajan el nivel y la falta de centímetros en la pintura condiciona sobremanera. Llevaba años siendo así, pero la personalidad de equipo campeón le ha seguido haciendo un equipo competitivo en todas las circunstancias.

Es una generación la que se acaba de muchos ilustres nombres, los que seguían y los que ya lo habían dejado, pero uno destaca por encima de todos. Cuando uno ve al banquillo de Estados Unidos de pie aplaudiendo a Manu Ginóbili cuando era sustituido por última vez en Argentina en señal de respeto, eso que cuesta horrores ganarse a un no americano en la NBA, se da todavía más cuenta de lo que significa Manu en este deporte.


Personalmente debo decir que ha sido mi jugador fetiche, ese al que escogía en el Fantasy Draft del NBA 2K en primera o segunda ronda porque quería manejar el balón como él, defender como él y tomar decisiones como él. Pero él es único. Le tengo especial aprecio porque admiro su trayectoria, marcada por dar siempre pasos oportunos en cada momento. Siento predilección por los jugadores que no dejan las cosas a medias en Europa y luego se van a la NBA. Casi todo lo bueno que se puede decir de esta selección se puede trasladar a su equipo en la NBA, los Spurs, que han marcado una época con un estilo reconocible con una gran influencia del baloncesto europeo. Puede ser irracional, pero del trío mágico de los texanos mi favorito siempre ha sido Manu, por encima de Parker e incluso Duncan aun sabiendo que Tim es más para el baloncesto que Ginóbili, pero esto va por gustos. Vamos, que el mejor de los tres ha sido Duncan pero disfruto más con el argentino.

Mis primeros recuerdos de baloncesto FIBA al fin y al cabo nacen casi en paralelo al nuevo milenio, en esa época en la que él lideraba la mítica Kinder de Bolonia de Ettore Messina. Imposible olvidar la final ganada a Baskonia en ese formato de Playoff que tanto añora el técnico transalpino. Y esa primavera-verano de 2002, en la que otro genio llamado Dejan Bodiroga le privó primero de la segunda Euroliga consecutiva (en casa y en formato F4) y luego del Mundial de Indianapolis, un torneo al que la albiceleste llega a la final tras vencer a USA, Brasil y a la Alemania de Nowitzki antes de verse las caras con Yugoslavia en la final. Es el famoso mundial en el que Divac declaraba que “España no les ganaría ni con 10 Gasoles” justo antes de perder contra el equipo de Imbroda.

A propósito de Gasol, Manu Ginóbili también se lesiona en esa semifinal del Mundial tal como le sucedería a Gasol en el de 2006 (justamente ante Argentina), lo que le hizo jugar tan solo 12 minutos en la final ante los balcánicos, que se llevaron el partido en la prórroga en un final polémico donde los argentinos siempre pidieron una falta sobre Sconochini al final de los 40 minutos. Su voluntad de jugar a pesar de la imposibilidad fue algo digno de alabar.

Tuvieron la revancha dos años después en los Juegos Olímpicos de Atenas, un torneo que parecía hecho a la medida de España de no ser por la pesada broma de los americanos de pasar cuartos de su grupo y cruzarse en cuartos, batiendo finalmente a los de Pesquera. En semifinales Ginóbili no tuvo piedad de ellos y tras eliminar a la anfitriona Grecia también se deshizo de USA con 29 puntos, para luego batir a Italia en la final.

Fue el mayor logro de la Generación Dorada, que a partir de ahí fueron alternando más sus presencias, sumando nuevos efectivos y encontrándose con un rival superior al margen de los temidos Estados Unidos. No sabemos si ese triple de Nocioni que escupió el aro de España en la semifinal del Mundial 2006 hubiera cambiado la historia, pero a partir de entonces Argentina se convirtió en la tercera en discordia, justo por detrás de estadounidenses y españoles. Los JJ. OO de 2008 y 2012 son meridianos al respecto, donde todo el mundo apostaba a una final entre ellos, quedando además Argentina encuadrada en el cruce de semifinales ante los inaccesibles americanos, quitando así casi cualquier posibilidad de final. Bronce en 2008 ante Lituania y cuarto puesto en Londres tras perder ante Rusia. Los problemas físicos privaron a Ginóbili de los Mundiales de 2010 y 2014.


 Este es un adiós extensivo a otros jugadores argentinos que lo dejan o lo dejarán, porque queda bastante claro que se acaba definitivamente un ciclo. Nunca he sido demasiado de Carlos Delfino, al menos en comparación con otros compañeros, quizá porque es el menos argentino de los argentinos de esta generación, pero su muñeca pasará a la historia del basket del país sudamericano. Ojalá pueda acabar su carrera de una manera digna, respetado por las lesiones. Andrés Nocioni, de “3” o de “4”, da igual, es puro ADN argentino. Lo odias cuando lo tienes de rival porque pega, protesta, ríe sarcásticamente etc, pero es un tesoro en tu equipo, un sinónimo de competitividad. Luis Scola dice que de momento no lo deja, en otro gesto más de un jugador entregado a una causa que ya no tiene futuro, pero que muy posiblemente se acabe produciendo si quiere seguir jugando a buen nivel NBA durante algún año más.

Atrás quedan Oberto, Prigioni, Pepe Sánchez, Sconochini, Herrmann, Kammerichs, Wolkowisky, Montecchia, Leo Gutiérrez y un no tan largo etcétera, jugadores todos ellos caracterizados por una gran personalidad y un enorme sentido del colectivo. Hablamos de una generación única que va más allá del talento. Este grupo de jugadores son inolvidables.



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